- “Fabrizio. ¿Qué hacés con una
camiseta de Voca en la c@ncha de Riber?”. El planteo caía de fino, de un hermano rubito a otro más rubito en una
estación de Shell frente al Monumental de Núñez, donde una fila de más o menos
50 personas esperaba por alguna gaseosa y puchos. En la esquina, la marea de
gente que accedería por la Avenida Udaondo, chocaba contra un corpóreo del
maestro de ceremonia, empilchado con una remera negra ajustada y su mejor cara
de clon de Richard Gere.
- “Daleeeee Voooooo, daleeee Voooooo,
dale daleeee Voooooooo!!!!!”,
le escupía en la cara refregándole la xeneize que tenía debajo del pulóver, el
hermano más rubito a su hermano rubito, quien se lo apartaba de la jeta con
un escueto: - “Salí de acááááá vooooohhhh!!!!!”.
La cola avanzaba lenta porque otros parientes de linaje ario, más adelante
preguntaba: - “¿¿¿Quién quiere helado???.
¿¿¿Vos Agus???”. Agus, que apenas tendrá sus 14 añitos pero que ya estaba para
la grosería, sentenciaba un poco amigable: –
“Sí, sha te dije que sí!!!”. Arrancaba de esta manera tan peculiar, una de
las experiencias más violadoras de neuronas que mi cabeza vivirá en millones de
años luz.
La séptima fecha del cerebro de
Pink Freud en Argentina, venía
cargada de emociones contenidas desde el origen de los tiempos, y que desde esa
noche, comenzarían a fluir por el aire con la potencia de una válvula
hidroeléctrica funcionando a full power!!!!!. Ni un puto policía a la redonda, GARANTIZABA LA SEGURIDAD (sick) de que
el show se desarrollaría sin inconveniente alguno. Salvo múltiples sobresaltos,
que obviamente, eran parte del espectáculo.
A solo segundos de haberme comido un alfajor y tomarme una Coca-Cosa® al vuelo, me metí entre las familias enteras
que venían a traspasarse un legado de generaciones, cual ritual místico
bendecido por el shamán que partió desde su mansión en Londres (o-donde-puta-sea),
haciendo escala en las ciudades más cosmopolitas del planeta, para traer el
mensaje definitivo de paz y sabiduría que toda la humanidad necesita conocer y
apreciar.
Habiendo formado otra colita, me doy cuenta de qué está hecho realmente EL MURO. El acceso, se encontraba exactamente abajo del escenario. Y luego de
una caminatita y de dejar que el acomodador fiscalizara mi entrada, me poseyeron los espíritus de Marcelo
Salas, Pablo Aymar, Javier Saviola, el Burrito Ortega y hasta el del Enzo
Francescoli, al tocar con los pies el gramado del Estadio de la Banda roja, frente a un público
sediento de pan y circo desde tres de los cuatro costados. No sé por qué no pude
evitar tararear el cantito: “Rosher
Güoooooters, hoy te viniiiiimo a veeeeeer. Ponga hueeeeevooooo, vos no podés
perrrrdeeeeeerrrrr”. Y nada, eso.
La música era tenue. Blueses de quién-sabe-qué épocas gloriosas, a modo
de apaciguar o preparar las almas para la hecatombe sónica que se venía,
sirvieron de entremés, a medida que la impaciencia se desataba cuando ya siendo
más de las 9 y 20 casi, nadie se manifestaba sobre las tablas. ¡¡¡¡¡Hasta que por fin!!!!!, las luces
se apagaron y unos reflectores cubrieron de sangre un círculo en el centro de
la atención del público.
Dos policías nazis se colocaron en la mitad de todo, con un muñeco
horrible inspirado en la obra “El Grito”
y de fondo, el discurso: “I´m Spartacus!!!.
I´m Spartacus!!!. I´m Spartacus!!!.” de la película de Stanley Kubrick. Un flash
después, el sueño de ver alguna vez a la
banda más impresionante del cosmos, aunque sea solo en una cuarta parte, se
encarnaba en la presencia del escuálido abuelito Roger, quien se calzaba un
saco ¿Armani? o uno de esos, para comandar el ataque bestial de su maquinaria
de hits antibélicos.
Sonaban los primeros acordes de “In
the flesh?” y mi delirio encefálico ya era pleno. Hasta que una vieja del
orto que tenía sentada al lado me dice: -
“Nene, ¿podés apagar tu cigarrishooooo?”. Mal ahí. Además de las
limitaciones de tener que ver semejante obra maestra con el culo reposando en
asientos numerados y enganchaditos entre sí, después de haber sorteado a los
perros de la Gendarmería en la frontera y todo!, que una “X” me obligue a bajar 1238910381092374852031703291 cambios, en
serio, no dio. Más allá de eso, todavía no corrían ni tres minutos de
performance y ya un avión explotaba sobre mi anatomía. Bien ahí !!!!! =D
Igual, “The thin ice”, un
tema que terminé de pillar totalmente solo una semana antes del concierto, me
devolvía al trance, previo a uno de los primeros momentos cumbres de la velada:
“Another brick in the wall (Part 1)”
asomaba tranqui sobre las proyecciones de un océano rojo, recreando la agonía
del viejo de Don Floyd montado en un helicóptero rumbo a la muerte. Y detrás de éste: “The happiest days of our lives”
te extirpaba gritos viscerales envueltos en piel de gallina.
Unos niños de casacas negras con una leyenda impresa que no alcancé a
leer, se sumaron al groove, para hacer unos pasitos sincronizados y enfrentar a
la gigantesca autoridad de la marioneta del maestro de escuela, que durante
toda la infancia nos deformó el cráneo con sus estúpidas teorías sobre la
realidad de las cosas. Y así pasaba “Another
brick in the wall (Part 2)”, el tema que puso a todos los adolescentes de los
70 a inaugurar las pistas de baile (según mi tía).
Todo se iba al carajo, cuando luego de un bis raro del tema anterior,
tocado solo a guitarra acústica en memoria de Juan Carlos Menezes (un
brasilero acribillado por la Scotland Yard en Inglaterra), en gesto demagógico el showman le
dedicaba “Mother” a las “Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”,
igual que Bono cuando…… bueno, cuando Bono hace este tipo de cosas, mientras en la
pared brillaba la frase: “NI EN PEDO”
en respuesta a una parte donde la letra pregunta: “Mother should i trust the government?”.
A esa altura, mi Aquarius de naranja
que compré por la módica suma de ¡¡¡¡¡20
PESOS!!!!! (unos 4 dólares), ya era solo un plástico aplastado por la rabia
de no poder arrojar mis propios huesos y cartílagos directo contra toda esa
pila de ladrillos, en señal de respeto y admiración ante tamaña síntesis de
dolor y pánico.
Un coro de pajaritos me tranquilizaron, abriendo: “Goodbye blue sky”, hasta que el volcán de sobredosis de
información hizo erupción, transformándolos en bombarderos que lanzaban
marcas, religiones y dogmas de mierda sobre ciudades pobres y sometidas. La
construcción del gran bloque continuaba su marcha milimétrica, con “Empty Spaces” planteando dudas, acerca
de algo así como la ¿financiación moral? del proyecto.
Desde ahí, todo el rock and roll se salió de quicio, con las cuerdas
hirientes de “Young lust”, al tiempo que
escenas de un precalentamiento porno, multiplicaban
el tamaño de las tetas y los culos de strippers deliciosas por millares de
megapíxeles en HD. Las nonas shockearon y los nonos estaban chochos!!!!!. Aunque seguro que el papá
de Fabrizio y su hermano rubito, se preguntaba ahí mismo: “Uuuuiiiaaaaa!!!!. ¿¿¿¿¿Habré hecho bien en traer a los pibes?????”.
Ahora le tocaba el turno a la prostituta estrella, esa que se asombra
por todo lo que ve al entrar al cuarto de hotel donde Pink está totalmente
duro. Despacito y tratando de hacerlo reaccionar, el caos tan esperado se
desata mostrando toda la furia de “One
of my turns”, en la que cada objeto de la habitación queda a la miseria,
para dejarle la posta a la sensación de soledad más podrida de “Don´t leave me now”, en la que Waters
desnuda que lo único que para él existe, es justamente algo que ni siquiera
tiene.
“Another brick in the wall (Part
3)” cerró la trilogía de
conmociones, con el pulso de la bata dominando el ritmo de los corazones
perplejos que la seguían, para combinarse con los movimientos del último
albañil que colocaría la piedra más importante de todas, esa que divide al
pueblo de sus artistas durante el susurro de “Goodbye cruel world…” de parte del arquitecto.
Al promediar la fiesta, por salud mental, los espectadores necesitamos del
“INTERMEZZO” para INTENTAR CONSEGUIR por lo menos un
cable a tierra de 10 minutos. Ni tanto para mear. Más bien para asimilar qué
fantasmas son los que nos recorren las vértebras. Respirar profundo y entender
que simplemente tenemos en la cara a unos músicos que vinieron a exponer un mítico
material de más de 4 décadas de ingeniería, amplificado por los artefactos más
finos de la tecnología del primer mundo, es lo único de lo que hay que estar
convencidos............................................................................
PD: Señora Papá, Señor Mamá: A no desesperar!!!!! Que mañana se enterará del desenlace de esta apasionante historia (?).
Las fotos son de Papalo. Posta.
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