Siete y media pm. El cielo está
nublado. El reflejo de las ramas de los árboles de la avenida recorta el vidrio
de la camioneta. Sus ojos se posan en los faros rojos del vehículo que tiene en
frente. El tráfico es un infierno. Está alterada. Sabe que está llegando tarde
a un compromiso que solo tiene con ella misma. Un motoqueiro se le cruza
salpicando un charco gris que se embadurna en el cristal, mientras el
parabrisas lo empavona un poco más. – “¡Pero la gran puta!” grita no tan convencida
pero su vocecita retumba en el interior de su nave espacial japonesa del año
98. Mira la hora en su teléfono. 07:32. Tiene una notificación en el whats app.
Se tienta a revisarla. Puede ser cualquiera de sus amigas hablándole de
boludeces o quizás uno de la larga fila de pesocas que se pelea por tenerla. Toca
la pantalla para leer y un taxista amargo de pelo solo a los costados onda
payaso Krosty, lentes culo de botella y un bigotito mezcla entre Pancho Villa y
Rubén Rodríguez le bocina fuertísimo y su imagen en el retrovisor le devuelve
una puteada en arameo. Ella frunce el ceño nerviosa y pisa el acelerador
descalza avanzando solo unos metritos. El del enjambre amarillo se ofusca por
tener que volver a frenar de golpe y descarga su ira con las dos manos abiertas
chocando contra el volante. – “¡Pero la gran puta!” reacciona ella y – “Qué pio
querés que haga?”, sentencia después. El semáforo parpadeaba en amarillo pero
la cola no se movía. Del otro lado de la calle, autos lujosos a toda velocidad
bañaban el exterior de su cabina con agua acumulada de la última hora de lluvia.
Un camión de bomberos está descompuesto sobre Mariscal López frente al Santa
Clara. Ella tiene que doblar a solo dos cuadras pero no puede ir ni para
adelante ni para atrás. A sus espaldas el payaso Krosty de la parada 69 está
sacado. Lleva a una embarazada que no para de gemir ni de tener contracciones. Está
aterrada. No tiene a nadie. No habla castellano y no entiende nada de lo que
pasa afuera. Solo sabe que le duele y quiere que le extirpen ese demonio no
nato cuanto antes. Pero unos pasos más allá de su sufrimiento, la conductora
que está retrasada cambia la cara por una expresión de alegría momentánea,
pensando que la cara del taxista es muy graciosa como para subirla a su
instagram.