viernes, 23 de marzo de 2012

1ROBOTCIEGO VIO A ROGER HEINEKENS EN RIBER PLAY (PARTE DOS)


- “¿Vos estás en la fila 23?”. Me preguntó un person de ojos claros, al tiempo que la melodía de ambiente eran unas gaitas mortuorias que me hicieron acordar de cuando escuchaba KoRn. - “Sí”, le digo. – “A la vuelta vamos juntos porque no me acuerdo cómo shegar”. – “Ok”. – “¿Vos de dónde sos?”. – “De Paraguay”. – “Uhhhhh….. ¿De Pedro Juan?”. – “Jaja, ojalá”.

Al terminar de echarme un cloro en un mingitorio Disal, no sé qué onda con el man y me vuelvo solari a mi lugar, pero paro en una hilera antes, donde me lo encuentro con un asiento libre al lado. “¿Me puedo sentar con ustedes?”, le encaro de una a él y a su grupo de amigos y todos recogen sus piernitas para regalarme unos centímetros y así dar con mi objetivo.

Al mudarme y pillar la muralla absolutamente impregnada de fichas de identificación de víctimas de la guerra y escuchar la oración: “Por favor dejame ser…… aunque sea solo UN…… LADRILLO EN TU PARED”, al toque me di cuenta que los vagos que me albergaron tenían más onda que la basura de apáticos con los que me había tocado ver todo el The Wall Disc 1 (para los que no entienden el chiste entrecomillado, es parte de una estrofa de “El albañil”, un track de Kapanga).    

Sin mediar palabra, todo se vuelve negro y ahí los muchachis le dan rienda suelta a “Hey you”, con una letanía más oscura que de costumbre y con la ausencia de intérpretes a la vista. El cacique cuestiona: “Is there anybody out there?”, apuntándonos con las arrugas de sus dedos, a ver si en serio, estamos ahí o solo son nuestros cuerpos mal articulados, los que se acomodaron como podían en las butacas blancas.

Con “Nobody home”, se descosió una grieta por la que se desprendió un living perfectamente equipado para un gentleman adicto a la vida moderna, con un plasma de 42” transmitiendo imágenes de masacres de antaño. Al ir desarrollando su perorata, Don Rogelio toma conciencia de todo lo que tiene, pero que a la vez no tiene a nadie del otro lado del teléfono y se vuelve casi imposible reprimir las lagrimitas en cada mejilla.

A este pasaje le siguió “Vera”, cuyo nombre en un castellano mal hablado imploraba por: “Birraaaa!!!!!, birraaaa!!!!!” y recién en ese instante me percaté de que no se vendía alcohol en todo el recinto. Las tropas ya desfilaban delante del home theather más magnánimo de la galaxia, que exhibía de tatuaje el enunciado: “Bring the boys back home”, para dotar al recital de una vibra superior a la que se experimentaría a bordo de un carrito de montaña rusa, que justo se descompone al subirte vos.

Y después, otro puñetazo milimétricamente calculado a la punta de tu nariz, de esos que te aprietan los ojos para tratar de recobrar la conciencia. Si bien la voz ya no le alcanza, el bajista eléctrico le cede el micrófono a su ¿hermano?, quien se eleva sobre la edificación para ponerle pecho y voz a la joyita de “Confortably numb” y callarse cuando le toca el turno al solo excelso prefabricado por David Gilmour, quien esta vez no apareció de sorpresa como en un par de ocasiones anteriores, porque habrá preferido quedarse en su casa a contar su guita (?????).

Dios los cría y ellos desobedecen. Cuando aterrizaron las notas de “The show must go on”, me acordé de todas esas veces que en Paraguay los toques se suspendieron porque los perros se fueron de mambo (Sí, maraca, estoy hablando de vos). Hasta que OTRA VEZ, el discurso del Führer enardeció los sentidos, llevando la adrenalina a su pico máximo, condenando a los putos, a los drogadictos, a los judíos, a los negros y a todos los “desubicados” que estábamos ahí estupefactos a golpearnos de cabeza contra esa barrera descomunal, mientras la autoridad nos requisaba, discriminaba y maltrataba por pensar distinto.

Cuando el sistema de monitoreo de audio decidía chuparte la energía, te abstraía de lo conocido, como si estuvieras en una fantasía de Disney pero condimentada con las hierbas más amargas que hayas probado. La demencia te aullaba al oído y al darte vuelta no te encontrabas con nadie. Eran los parlantotes de lejos nomás los que te gemían en celo. Porque el resto de los pagantes, estaban quietos, ahí, totalmente paranoicos ante todo lo que continuaba desprendiéndose de la galera de Mr. Aguas. Y en ese estado, no se podía parar de repetir el: “Run!!!!! Run!!!!! Run!!!!!” de “Run like hell” y de mirar al chancho negro de proporciones sobrehumanas que sobrevolaba con la inscripción graffiteada: “¿Debo confiar en el govierno?. ¡NO PUTA MADRE!” (la pifiada es del traductor de Guwle).

“Waiting for the worms” nos puso a todos al palo. La caracterización nazi del acting, te obliga irrefrenablemente a ir detrás de los martillos que caminan en todas las direcciones, buscando depurar a los imperfectos de la raza única. Hasta que en un fragmento de reflexión, los milicos se criogenizan y el muñeco horrible inspirado en el cuadro de “El Grito” vuelve solo para admitir que ya está cansado y que quiere irse a la concha de la lora, sobre los tecladitos de “Stop”.


Las estrellas me distrajeron un segundo. Y la ópera declinaba con una de las composiciones más sublimes desde el big bang: “The trial”, el juicio del acusado, quien es atormentado por los colaboradores de la enorme farsa que representa toda esta estructura: su profesor tarado, su ex mina y su vieja. El abogado acusador, un adefesio culón con peluquín de corte británica, se paseaba de un lado a otro, con la intención de cagarse literalmente en el culpable, que hasta ese punto, todavía no sabía si era inocente o no, ni cuál había sido su crimen.

De postre, todo se derrumbó delante de nuestras córneas llorosas, con Outside the wall” y su polvo de verdad incluido, la cortina maciza se desvaneció y ya nada importaba, ni cómo te llamabas, ni cómo fue que llegaste, ni cómo te volvías a Quilmes……


Pasó mucho tiempo, hasta que los músculos volvieron a reaccionar. Mis facciones estaban desfiguradas y mi espalda megacontracturada. Sin que caliente cuantas veces hayas fichado la película, escuchado el disco o pispiado cómo más o menos venía la mano en youtube, estar FACE TO FACE con THE FUCKING WALL es una de las pocas fotografías que intentaré recordar cuando la locura venga a bocinarme en taxi a la vereda de mi hogar.

Y haberme enterado después que mis compañeros de aventura eran NADA MÁS Y NADA MENOS QUE LOS KAPANGA!, que además de traerme en la “combiloca” hasta lo de mi tía e invitarme a cenar deliciosos manjares al restaurant más fino de la zona (El Zorzal, mi recomendado del siglo), le dieron el plus ideal a una escapatoria de la rutina sin precedentes. FOREVER AND EVER.

PD: Si en el próximo videoclip de KAPANGA, ven a unos uniformados que tienen una “W” bordada en el brazo circulando como soldaditos de plomo entre los pasillos de un supermercado, mientras de las góndolas caen toneladas de papel higiénico, no es porque te hayas tomado algo vencido, simplemente es parte de su futuro film: THE WALMARTS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! #EPICWIN.

jueves, 22 de marzo de 2012

1ROBOTCIEGO VIO A ROGER HEINEKENS EN RIBER PLAY (PARTE UNO)



- “Fabrizio. ¿Qué hacés con una camiseta de Voca en la c@ncha de Riber?”. El planteo caía de fino, de un hermano rubito a otro más rubito en una estación de Shell frente al Monumental de Núñez, donde una fila de más o menos 50 personas esperaba por alguna gaseosa y puchos. En la esquina, la marea de gente que accedería por la Avenida Udaondo, chocaba contra un corpóreo del maestro de ceremonia, empilchado con una remera negra ajustada y su mejor cara de clon de Richard Gere.


- “Daleeeee Voooooo, daleeee Voooooo, dale daleeee Voooooooo!!!!!”, le escupía en la cara refregándole la xeneize que tenía debajo del pulóver, el hermano más rubito a su hermano rubito, quien se lo apartaba de la jeta con un escueto: - “Salí de acááááá vooooohhhh!!!!!”. La cola avanzaba lenta porque otros parientes de linaje ario, más adelante preguntaba: - “¿¿¿Quién quiere helado???. ¿¿¿Vos Agus???”. Agus, que apenas tendrá sus 14 añitos pero que ya estaba para la grosería, sentenciaba un poco amigable: – “Sí, sha te dije que sí!!!”. Arrancaba de esta manera tan peculiar, una de las experiencias más violadoras de neuronas que mi cabeza vivirá en millones de años luz.

La séptima fecha del cerebro de Pink Freud en Argentina, venía cargada de emociones contenidas desde el origen de los tiempos, y que desde esa noche, comenzarían a fluir por el aire con la potencia de una válvula hidroeléctrica funcionando a full power!!!!!. Ni un puto policía a la redonda, GARANTIZABA LA SEGURIDAD (sick) de que el show se desarrollaría sin inconveniente alguno. Salvo múltiples sobresaltos, que obviamente, eran parte del espectáculo.

A solo segundos de haberme comido un alfajor y tomarme una Coca-Cosa® al vuelo, me metí entre las familias enteras que venían a traspasarse un legado de generaciones, cual ritual místico bendecido por el shamán que partió desde su mansión en Londres (o-donde-puta-sea), haciendo escala en las ciudades más cosmopolitas del planeta, para traer el mensaje definitivo de paz y sabiduría que toda la humanidad necesita conocer y apreciar.

Habiendo formado otra colita, me doy cuenta de qué está hecho realmente EL MURO. El acceso, se encontraba exactamente abajo del escenario. Y luego de una caminatita y de dejar que el acomodador fiscalizara mi entrada, me poseyeron los espíritus de Marcelo Salas, Pablo Aymar, Javier Saviola, el Burrito Ortega y hasta el del Enzo Francescoli, al tocar con los pies el gramado del Estadio de la Banda roja, frente a un público sediento de pan y circo desde tres de los cuatro costados. No sé por qué no pude evitar tararear el cantito: “Rosher Güoooooters, hoy te viniiiiimo a veeeeeer. Ponga hueeeeevooooo, vos no podés perrrrdeeeeeerrrrr”. Y nada, eso.


La música era tenue. Blueses de quién-sabe-qué épocas gloriosas, a modo de apaciguar o preparar las almas para la hecatombe sónica que se venía, sirvieron de entremés, a medida que la impaciencia se desataba cuando ya siendo más de las 9 y 20 casi, nadie se manifestaba sobre las tablas. ¡¡¡¡¡Hasta que por fin!!!!!, las luces se apagaron y unos reflectores cubrieron de sangre un círculo en el centro de la atención del público.

Dos policías nazis se colocaron en la mitad de todo, con un muñeco horrible inspirado en la obra “El Grito” y de fondo, el discurso: “I´m Spartacus!!!. I´m Spartacus!!!. I´m Spartacus!!!.” de la película de Stanley Kubrick. Un flash después, el sueño de ver alguna vez a la banda más impresionante del cosmos, aunque sea solo en una cuarta parte, se encarnaba en la presencia del escuálido abuelito Roger, quien se calzaba un saco ¿Armani? o uno de esos, para comandar el ataque bestial de su maquinaria de hits antibélicos.

Sonaban los primeros acordes de “In the flesh?” y mi delirio encefálico ya era pleno. Hasta que una vieja del orto que tenía sentada al lado me dice: - “Nene, ¿podés apagar tu cigarrishooooo?”. Mal ahí. Además de las limitaciones de tener que ver semejante obra maestra con el culo reposando en asientos numerados y enganchaditos entre sí, después de haber sorteado a los perros de la Gendarmería en la frontera y todo!, que una “X” me obligue a bajar 1238910381092374852031703291 cambios, en serio, no dio. Más allá de eso, todavía no corrían ni tres minutos de performance y ya un avión explotaba sobre mi anatomía. Bien ahí !!!!! =D

Igual, “The thin ice”, un tema que terminé de pillar totalmente solo una semana antes del concierto, me devolvía al trance, previo a uno de los primeros momentos cumbres de la velada: “Another brick in the wall (Part 1)” asomaba tranqui sobre las proyecciones de un océano rojo, recreando la agonía del viejo de Don Floyd montado en un helicóptero rumbo a la muerte. Y detrás de éste: “The happiest days of our lives” te extirpaba gritos viscerales envueltos en piel de gallina.

Unos niños de casacas negras con una leyenda impresa que no alcancé a leer, se sumaron al groove, para hacer unos pasitos sincronizados y enfrentar a la gigantesca autoridad de la marioneta del maestro de escuela, que durante toda la infancia nos deformó el cráneo con sus estúpidas teorías sobre la realidad de las cosas. Y así pasaba “Another brick in the wall (Part 2)”, el tema que puso a todos los adolescentes de los 70 a inaugurar las pistas de baile (según mi tía).

Todo se iba al carajo, cuando luego de un bis raro del tema anterior, tocado solo a guitarra acústica en memoria de Juan Carlos Menezes (un brasilero acribillado por la Scotland Yard en Inglaterra), en gesto demagógico el showman le dedicaba “Mother” a las “Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, igual que Bono cuando…… bueno, cuando Bono hace este tipo de cosas, mientras en la pared brillaba la frase: “NI EN PEDO” en respuesta a una parte donde la letra pregunta: “Mother should i trust the government?”.

A esa altura, mi Aquarius de naranja que compré por la módica suma de ¡¡¡¡¡20 PESOS!!!!! (unos 4 dólares), ya era solo un plástico aplastado por la rabia de no poder arrojar mis propios huesos y cartílagos directo contra toda esa pila de ladrillos, en señal de respeto y admiración ante tamaña síntesis de dolor y pánico.

Un coro de pajaritos me tranquilizaron, abriendo: “Goodbye blue sky”, hasta que el volcán de sobredosis de información hizo erupción, transformándolos en bombarderos que lanzaban marcas, religiones y dogmas de mierda sobre ciudades pobres y sometidas. La construcción del gran bloque continuaba su marcha milimétrica, con “Empty Spaces” planteando dudas, acerca de algo así como la ¿financiación moral? del proyecto.


Desde ahí, todo el rock and roll se salió de quicio, con las cuerdas hirientes de “Young lust”, al tiempo que escenas de un precalentamiento porno, multiplicaban el tamaño de las tetas y los culos de strippers deliciosas por millares de megapíxeles en HD. Las nonas shockearon y los nonos estaban chochos!!!!!. Aunque seguro que el papá de Fabrizio y su hermano rubito, se preguntaba ahí mismo: “Uuuuiiiaaaaa!!!!. ¿¿¿¿¿Habré hecho bien en traer a los pibes?????”.

Ahora le tocaba el turno a la prostituta estrella, esa que se asombra por todo lo que ve al entrar al cuarto de hotel donde Pink está totalmente duro. Despacito y tratando de hacerlo reaccionar, el caos tan esperado se desata mostrando toda la furia de “One of my turns”, en la que cada objeto de la habitación queda a la miseria, para dejarle la posta a la sensación de soledad más podrida de “Don´t leave me now”, en la que Waters desnuda que lo único que para él existe, es justamente algo que ni siquiera tiene.

“Another brick in the wall (Part 3)” cerró la trilogía de conmociones, con el pulso de la bata dominando el ritmo de los corazones perplejos que la seguían, para combinarse con los movimientos del último albañil que colocaría la piedra más importante de todas, esa que divide al pueblo de sus artistas durante el susurro de “Goodbye cruel world…” de parte del arquitecto.

Al promediar la fiesta, por salud mental, los espectadores necesitamos del “INTERMEZZO” para INTENTAR CONSEGUIR por lo menos un cable a tierra de 10 minutos. Ni tanto para mear. Más bien para asimilar qué fantasmas son los que nos recorren las vértebras. Respirar profundo y entender que simplemente tenemos en la cara a unos músicos que vinieron a exponer un mítico material de más de 4 décadas de ingeniería, amplificado por los artefactos más finos de la tecnología del primer mundo, es lo único de lo que hay que estar convencidos............................................................................

PD: Señora Papá, Señor Mamá: A no desesperar!!!!! Que mañana se enterará del desenlace de esta apasionante historia (?).


Las fotos son de Papalo. Posta.