- “¿Vos estás en la fila 23?”. Me preguntó un person de ojos claros, al
tiempo que la melodía de ambiente eran unas gaitas mortuorias que me hicieron
acordar de cuando escuchaba KoRn. - “Sí”,
le digo. – “A la vuelta vamos juntos
porque no me acuerdo cómo shegar”. –
“Ok”. – “¿Vos de dónde sos?”. – “De Paraguay”. – “Uhhhhh….. ¿De Pedro Juan?”. –
“Jaja, ojalá”.
Al terminar de echarme un cloro en un mingitorio Disal, no sé qué onda con el man y me vuelvo solari a mi
lugar, pero paro en una hilera antes, donde me lo encuentro con un asiento
libre al lado. – “¿Me puedo sentar con ustedes?”, le encaro
de una a él y a su grupo de amigos y todos recogen sus piernitas para regalarme
unos centímetros y así dar con mi objetivo.
Al mudarme y pillar la muralla absolutamente impregnada de fichas de
identificación de víctimas de la guerra y escuchar la oración: “Por favor dejame ser…… aunque sea solo UN……
LADRILLO EN TU PARED”, al toque me di cuenta que los vagos que me
albergaron tenían más onda que la basura de apáticos con los que me había tocado
ver todo el The Wall Disc 1 (para
los que no entienden el chiste entrecomillado, es parte de una estrofa de “El albañil”, un track de Kapanga).
Sin mediar palabra, todo se vuelve negro y ahí los muchachis le dan
rienda suelta a “Hey you”, con una letanía
más oscura que de costumbre y con la ausencia de intérpretes a la vista. El
cacique cuestiona: “Is there anybody out
there?”, apuntándonos con las arrugas de sus dedos, a ver si en serio,
estamos ahí o solo son nuestros cuerpos mal articulados, los que se acomodaron
como podían en las butacas blancas.
Con “Nobody home”, se
descosió una grieta por la que se desprendió un living perfectamente equipado
para un gentleman adicto a la vida moderna, con un plasma de 42” transmitiendo
imágenes de masacres de antaño. Al ir desarrollando su perorata, Don Rogelio toma
conciencia de todo lo que tiene, pero que a la vez no tiene a nadie del otro
lado del teléfono y se vuelve casi imposible reprimir las lagrimitas en cada mejilla.
A este pasaje le siguió “Vera”,
cuyo nombre en un castellano mal hablado imploraba por: “Birraaaa!!!!!, birraaaa!!!!!” y recién en ese instante me percaté
de que no se vendía alcohol en todo el recinto. Las tropas ya desfilaban
delante del home theather más magnánimo
de la galaxia, que exhibía de tatuaje el enunciado: “Bring the boys back home”, para dotar al recital de una vibra
superior a la que se experimentaría a bordo de un carrito de montaña rusa, que
justo se descompone al subirte vos.
Y después, otro puñetazo
milimétricamente calculado a la punta de tu nariz, de esos que te aprietan
los ojos para tratar de recobrar la conciencia. Si bien la voz ya no le alcanza,
el bajista eléctrico le cede el micrófono a su ¿hermano?, quien se eleva sobre
la edificación para ponerle pecho y voz a la joyita de “Confortably numb” y callarse cuando le toca el turno al solo
excelso prefabricado por David Gilmour,
quien esta vez no apareció de sorpresa como en un par de ocasiones anteriores,
porque habrá preferido quedarse en su
casa a contar su guita (?????).
Dios los cría y ellos
desobedecen. Cuando aterrizaron
las notas de “The show must go on”,
me acordé de todas esas veces que en Paraguay los toques se suspendieron porque
los perros se fueron de mambo (Sí, maraca,
estoy hablando de vos). Hasta que OTRA VEZ, el discurso del Führer enardeció
los sentidos, llevando la adrenalina a su pico máximo, condenando a los putos,
a los drogadictos, a los judíos, a los negros y a todos los “desubicados” que
estábamos ahí estupefactos a golpearnos de cabeza contra esa barrera descomunal,
mientras la autoridad nos requisaba, discriminaba y maltrataba por pensar
distinto.
Cuando el sistema de monitoreo de audio decidía chuparte la energía, te
abstraía de lo conocido, como si estuvieras en una fantasía de Disney pero condimentada con las hierbas más amargas
que hayas probado. La demencia te aullaba al oído y al darte vuelta no te
encontrabas con nadie. Eran los parlantotes de lejos nomás los que te gemían en
celo. Porque el resto de los pagantes, estaban quietos, ahí, totalmente
paranoicos ante todo lo que continuaba desprendiéndose de la galera de Mr.
Aguas. Y en ese estado, no se podía parar de repetir el: “Run!!!!! Run!!!!! Run!!!!!” de “Run like hell” y de mirar al chancho negro de proporciones
sobrehumanas que sobrevolaba con la inscripción graffiteada: “¿Debo confiar en el govierno?. ¡NO PUTA
MADRE!” (la pifiada es del traductor de Guwle).
“Waiting for the
worms” nos puso a
todos al palo. La caracterización
nazi del acting, te obliga irrefrenablemente a ir detrás de los martillos que
caminan en todas las direcciones, buscando depurar a los imperfectos de la raza
única. Hasta que en un fragmento de reflexión, los milicos se criogenizan y el muñeco horrible inspirado en el cuadro
de “El Grito” vuelve solo para admitir que ya está cansado y que quiere irse a la concha de la lora,
sobre los tecladitos de “Stop”.
Las estrellas me distrajeron un segundo. Y la ópera declinaba con una de
las composiciones más sublimes desde el big bang: “The trial”, el juicio del acusado, quien es atormentado por los
colaboradores de la enorme farsa que representa toda esta estructura: su
profesor tarado, su ex mina y su vieja. El abogado acusador, un adefesio culón
con peluquín de corte británica, se paseaba de un lado a otro, con la intención
de cagarse literalmente en el culpable, que hasta ese punto, todavía no sabía
si era inocente o no, ni cuál había sido su crimen.
De postre, todo se derrumbó delante de nuestras córneas llorosas, con “Outside the wall” y su
polvo de verdad incluido, la cortina maciza se desvaneció y ya nada importaba, ni cómo te llamabas, ni cómo fue que llegaste, ni
cómo te volvías a Quilmes……
Pasó mucho tiempo, hasta que los músculos volvieron a reaccionar. Mis facciones
estaban desfiguradas y mi espalda megacontracturada. Sin que caliente cuantas
veces hayas fichado la película, escuchado el disco o pispiado cómo más o menos
venía la mano en youtube, estar FACE TO
FACE con THE FUCKING WALL es una de las pocas fotografías que intentaré recordar
cuando la locura venga a bocinarme en taxi a la vereda de mi hogar.
Y haberme enterado después que mis compañeros de aventura eran NADA MÁS Y NADA MENOS QUE LOS KAPANGA!,
que además de traerme en la “combiloca”
hasta lo de mi tía e invitarme a cenar deliciosos manjares al restaurant más fino
de la zona (El Zorzal, mi recomendado
del siglo), le dieron el plus ideal a una escapatoria de la rutina sin
precedentes. FOREVER AND EVER.
PD: Si en el próximo videoclip de KAPANGA, ven a unos uniformados que
tienen una “W” bordada en el brazo circulando como soldaditos de plomo entre
los pasillos de un supermercado, mientras de las góndolas caen toneladas de
papel higiénico, no es porque te hayas tomado algo vencido, simplemente es parte de su futuro
film: THE WALMARTS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
#EPICWIN.
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