jueves, 13 de marzo de 2014

CUENTOS DE LAS 3 DE LA TARDE: ELLA LO TIENE TODO



Ella lo tiene todo. No importa que no tenga dinero, ella lo tiene todo. Cuando no tiene sueño, se interna dentro y piensa: ¿Qué cosa en el mundo existe que todavía no tenga yo?. Enciende unas luces estrafalarias y mira su rostro multicolor en uno de los tantos espejos. Podría decirse que cuando quiere escaparse de sus nulos problemas, la habitación que hace de ropero de la criatura más hermosa del mundo, que en realidad es más grande que su habitación misma, la cobija con su calidez. Pone uno de esos temas que están de moda y cuando está aburrida los baila probándose todos y cada uno de sus vestidos. Finos ropajes de seda: estampados, lisos, asimétricos, cool. En ese closet hay de todo. Las propias tiendas del shopping podrían ir a proveerse de ahí y saldrían bien surtidas solo con sus compras de la última semana. Cuando sus padres la buscaban nunca la encontraban, porque ella estaba ausente en su propia atmósfera. En esa que ellos mismos le fabricaron. Al tocarle la puerta, nadie respondía del otro lado. Al rato, el ladrido del perro o una tarjeta roja en el partido hacía que se olvidaran de ella. La música dentro de la guarida era fuertísima. Y ella se movía al compás apretando sus ojos, como queriendo ver dentro de su alma. Cada bermudita, sus tacos, sus tanguitas estaban impregnadas de su dulce aroma. Pero para ella solo eran cosas desechables. Ni las pieles de los animales más caros del mundo, las joyas, los anillos, los diamantes, los peluches, las esculturas, los poemas, los juguetes comprados en Amazon, las fotografías ni las remeras con los diseños más copados que se hayan visto significaban tanto para ella como las cosas “simples” tipo ver una hoja en blanco. Nunca lo ordenaba. Para ella ver ese caos de montañas textiles a su alrededor la hacía sentir viva. Cuando se hartaba las pateaba y se creía Godzilla destruyendo Japón. Se moría de risa cuando pasaba esto. Hasta la locura. Para ya no acordarse de todas las veces que su reflejo le devolvió su costado más emo, escurriendo su maquillaje con lágrimas intensas como el Niágara. Después volvía a amontonar las ropas y se arrojaba sobre ellas para secarse el rostro y perderse hasta quedarse dormida mirando la única luz que veía en todo el día.