Yo te voy a decir porqué. El organismo global de los seres vivos acaba de contraer el peor cáncer de su estirpe, calculando esto desde aproximadamente un flash después que Eva coma la manzana y luego que Adán también lo hiciera, e incluso posterior a que la serpiente los merendara a ambos, hasta hace unos días atrás. Siguiendo con esta temática gastronómica: la ciencia y la tecnología, los pseudo-inventos más gloriosos del milenio, son en realidad, dos parásitos omnívoros que a cada segundo también se están tragando entre sí. Todas las veces que pueden, se juntan para crear un artefactito nuevo, que viene en una flamante cajita con aroma a katuava y ya por eso cuesta un 97% más de almas condenadas al averno, que eso mismo comprado ayer, pero que hoy ya huele a ¿naftalina?.
En este contexto, el de interpretar e interpelar al zeitgeist de nuestra sociedad ¿post?contemporánea, un profeta en su tierra bautizado (al menos en wikipedia) Thom Yorke, nació para guiar a los elegidos hacia el camino de la liberación trascendental y lograr una conectividad suprema con el espíritu, a cambio de exponer tu cabeza a sonidos tan vanguardistas que a medida que los digerís, ya no importa si se trataba de pañales en una licuadora a 6.660 voltios o quizás algo más crudo.
En cada disco, su mensaje siempre permaneció latente: reflexionando, gimiendo, callando y volviendo a gritar. Y cada vez que lo profiere, adopta la forma del recipiente que lo contiene hasta infectarle de un insurrecto significado “moderno” a todo lo que le rodea.
Entonces, allá por el 2000, superando los escollos del “Y2K” y todos esos mambos usados como armas de represión tercermundista, un disco inusual circulaba las calles. O en todo caso, se propagaba virulentamente de boca en boca y de pc en pc. Era “KID A”, el trabajo con todas las expectativas para metamorfosearse en otra obra maestra, después de la demencia que causó “Ok Computer”.
Con sólo 10 composiciones, la placa condensó el futuro que acaba de convertirse en pasado. Con letras tan abstractas como contundentes y con un nivel de audio tan experimental como alucinógeno, alcanzó su objetivo de revelar verdades absolutas. Ningún otro, consiguió apoderarse de tantos cráneos en tan poco. Ni excavar tan profundo entre sus adeptos hasta hacerles entender de que lo superficial es invisible a los ojos.
De esta manera, protagonizando un cambio de siglo, una de las mentes más revolucionarias de la música, se jugó por una arista de hacia dónde él creía que vibraba lo que venía y editó lo más sublime que le pasó al rock en los recientes 3.650 días.
Bonus Track: Aunque convengamos todavía que nada de lo que surgió en los 2000, le gana en un partido de Play 2 a “Smells Like Teen Spirit”, solito, sin necesidad del resto de “Nevermind”.
Manhana con tu manhanero, exigí la Parte 2,14 .....