sábado, 20 de febrero de 2010

Los caballeros de la mesa cuadrada.

Nadie sabe bien lo que pasó, pero amanecí una vez más postrado en la confortabilidad de mis sábanas de tela colorinche. Fue un mediodía del infierno con la térmica dando alaridos de locura y bañando a las personas en su propia transpiración. Almorzando con los jinetes del apocalipsis, milanesas van, milanesas vienen y escucho (por enésima vez) que el fin del mundo está cerca y que habría que ir ahorrando para comprarse un transbordador que nos lleve desde esta habitación al espacio exterior. Yo, que no tenía muchas ganas de moverme que digamos, sino todo lo contrario, preferí tener el cocotero vacío de preocupaciones y actividad paranormal, porque esto me parece lo más renovador que hay para volver a capturar esos hálitos de ambición y amor a la camiseta hecha piel, que se fueron a la mierda esta semana por culpa del capitalismo foráneo. Y en lugar, de pensar qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos, me convertí en una oruga que está a punto de salir a crear disturbios en la jungla de concreto. Ya que tarde o temprano, el cassette de quienes somos, nos mostrará que no tenemos un lado C y que tantos planteamientos son al pedo. Si el acabose llega en el 2012 o en el 2010, acá te estoy esperando, cagándome de risa.