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atrás, un par de hechos aislados constituían la sinapsis de una sinopsis bollywoodense
en la que yo soy el director y todos uds. (bah,
el par de boludos que entra, mira que el texto es largo y cierra la ventana
para volver a fijarse que esa minita a la que tantas ganas tendríamos todos de
darle, no alzó ninguna foto, ni le dio “me gusta esto” a nada de nada, con lo
cual se hurgan la nariz y vuelven a darle refresh al sitio para decepcionarse
de nuevo, porque evidentemente esa tipa no está ni ahí ni con vosotros ni
conmigo, sino con clásicas cuestiones de rubias taradas bronceadas y aburridas para
que entonces sí, caigan en la cuenta de que este planeta es 97% de estiércol,
2% de agua y 0,000000000983% de tréboles de 4 hojas y se queden pasmados no
sabiendo con qué rellenar sus días y le den otra vez click acá y así…) se
detienen a ver cómo redondeo un primer párrafo, para decidir si siguen leyendo
hasta el final o se van a echarle baygón a ese cajón en el que se olvidaron el
alfajor de membrillo el anho pasado.
Al grano: Un kilombo se armó
con las putas. Perdonarán mi lenguaje tan vulgar las damitas, pero esto es una
película independiente a la que el Estado no contribuye, a menos que alguna vez
nos dignemos en chuparle las medias a esa gente influyente que lo que necesita en
realidad es una piedra pómez para que podamos conseguir un poco de fondos y así
la grabemos de una buena vez, aunque eso ya sea otra cuestión. Ahora lo que
importa es darle sustancia y dotarle de esencia a este storyboard que haciendo
mea culpa, venía medio para el orto. Pero así le va al arte en general hoy en día,
¿o no les parece?.
Escena 10: Si bien el panchero Mortimer era el único habitante
del universo que podía solucionar el litigio entre los militares, las Spice
Girlzzz, el cadáver de Champignon, la policía suicida, el tío Chortitzer y sus
matones de la mafia siciliana, observó la lluvia y dijo: “Psshhhh……” e instaló una silla cable al lado de su carrito y vio
la vida pasar durante meses, levantándose sólo para espantar a los caballos,
que recién venidos de comer mango, se acercaban a mordisquear los choripanes y
sin querer queriendo, los condimentaban con las fibras de la fruta, arruinando
la changa del chef callejero.
Escena 11: Posh Spice decidió luchar por sus derechos y se volvió
grafittera urbana. De entrada, un par de stenciles con la figura de una chica
con las piernas abiertas y en el centro una tremenda flor de espadas, ¿epigrafeada?
por un “Soy la solución a todos tus
problemas nocturnos de soledad en el medio de una ciudad tan fría en la que
cualquier rincón es propicio para que te agaches y te acaricies a ti mismo, mi
yéy. Llamame al 0992 – 559 – 7 “mmm”-“mmm”-“mm…m””, la dejó mejor
posicionada que colegas ahora desempleadas y gracias a esto, noche tras noche,
su caché se elevaba y la voz de la garantía de su buen servicio como Puta´s
Delivery, hizo crecer su cuenta de ahorros en Suiza y vínculos oficiales.
Al
poco tiempo, tal repercusión tenía su masaje “Sacacorchos en la retaguardia”, que rápidamente pudo salir de la
miseria y su agenda se llenó de clientes que iban desde ex mandatarios
gubernamentales hasta barrenderos mancos.
Escena 12: La mujer policía y el protagonista John Champignon,
atropellada e incendiado respectivamente, reencarnaron ambos en un
transformador eléctrico de la misma esquina en la que habían expirado. Con lo
que una maldición cayó sobre los vecinos: a cada vehículo que daba la vuelta en
el semáforo, un apagón intenso cobraba la vida de algún animal en otra galaxia
habitada sólo por larvas y esporas.
Escena 13: Ña Conché reveló su verdadera identidad. Se trataba
de una adolescente que harta de las malas limosnas que recibía en su casa, se
escapó con su amiga, robaron un auto y se encamaron entre sí y con cualquier
carilindo que saliera de algún video de Aerosmith, para terminar forrándose a
los dos meses al involucrarse en un ilícito. Aunque cuando todo iba de
peluches, en la Aduana
no les dejaron pasar las orugas genéticamente alteradas para que una vez
consumidas, se conviertan en deliciosas golosinas de carne en los estómagos de
los incautos compradores, que de este modo, contribuirían a la matanza
indiscriminada de especies en peligro de extinción de esta parte del globo (¿!?).
Con lo que tuvieron que separarse y ella cambiarse: 1-el nombre; 2-el domicilio;
3-la ocupación y 4-la contextura física, concluyendo todos estos datos en: 1-María
Conchita Alfonso más conocida como Ña Conché; 2-Calle intransitada de algún
sector no reconocido por el GPS de Nueva Zoolander; 3-Madama de unas 5 locas
que creían ser las Spice Girls y 4-Gorda con siliconas caídas.
Escena 14: Los de la mafia siciliana pararon las rotativas y
dijeron: “Calma bambini, ¿ni un píccolo de
sangre questo capítulo de sua pelíccula de ccine independienttini?. ¡Porca
miseria!”. Y acto seguido se dispararon todos entre ellos, provocando un
quasi Mar Rojo pero más humilde en la vereda del panchero, que ahora más que
nunca, se las verá en figurillas, teniendo que limpiar la explosión de tripas
para ver si la próxima atrapa a algún famélico transeúnte que le pague unas
lucas y le ayude a seguir juntando guita para la playstation.
Aclaración: Ninguna oruga genéticamente alterada fue lastimada
en la redacción de esta patranha.
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