Un gentleman inglés sobrevolando el ecosistema, montado en
su monociclo alado dirige los destinos de un ejército de hombres invisibles,
con armaduras medievales que arrastran pesadas maquinarias rumbo a la más dura
de todas las batallas. En juego están el poder y la gloria eternos. Y la
posesión de varias galaxias que se apilan una sobre otra como si fueran asadito
a mil. En lo alto, el gentleman porta como insignia una densa nube atravesada
por ventanales hacia lo desconocido. Solo él y el perro de madera que tiene
como mascota pueden ver qué hay más allá. Algunos rumores de la prensa indican
que se trata de la clave letal para desarticular la armada del enemigo. Vecinos
de la zona afirman que probablemente cada orificio sea un portal de escape
hacia distintas realidades paralelas en el momento que las espadas invasoras
estén a punto de sentenciar nuestra derrota. Los armatostes cabalgan sobre
filamentos plateados de telarañas. Tenemos todas las de perder. Pero sentarnos
a esperar que la brisa de la muerte nos sople la nuca es inconcebible. El gentleman
pedalea y sigue, dominando el territorio, impulsando a sus guerreros a no
retroceder ni una sola baldosa. Inspirándoles confianza. Borrándoles de la
mente el temor de tener que enfrentar el proceso de derrocamiento de la
dinastía más sanguinaria que ha surcado el cielo. Ahí vienen…
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