Con un alegórico soneto, el Doctor Muelitas les
había indicado a los infantes frente a la pantalla, que ya era la hora de hacer
“chiquichiquichiquichi” y luego les recomendaba ir a colgarse. En la imagen
sobreimprimió un logo hecho en paint y detrás de éste, el fondo se sobrecargó
de brasileros en panhos menores, que con sus exuberantes torsos transpirados en infinitos destellos de sensaciones desbordantes, pretendían contagiar el ritmo
de la temporada y festejar su carnaval carioca. Aquella noche, 1ROBOTCIEGO ni
se había molestado en ir a lo que sería el cierre del ciclo. Y aprovechando la
ocasión, toda clase de personajes se habían infiltrado en la transmisión. Por ocurrencia
de un canillita apostado en la vereda del canal, los guionistas decidieron
hacer la emisión al aire libre, y ya que no estaba el jefe, convocaron a su archienemigo Comiquito Buenasonda para que profane el nombre de Satán en vano, distorsionando
la “dança da garrafa” con un ronquido perturbador a lo death metal y toda la
media polenta que despedía su guitarrita pueblerina, armada con dos platos de
plástico y unos filamentos de cable pelado mal atados.
El desfile había comenzado, conducido por
Canino el Caniche, quien en su desesperado intento de anunciar una nota medianamente
interesante, dio pie al clon de Bambi y a un doble de riesgo de la Guerra de las Galaxias, para
que firmen un tratado de paz que garantizara que ninguna mulata sería maltratada en
lo que durara el espectáculo. Al respecto, el ewok dijo que
“ASJDFASDJADSKJASDJQWURIGFMCX MZXC”, en claro estado etílico desde las 8 de la
manhana. Mientras que el venadito intentaba sacarse las moscas de la cara con
una patita, por culpa del mal aliento despedido por el actor de Jorch Lukas.
“Sos un hijo de puta” le habría declarado el otro en claro gesto de
indiferencia, acentuado por un apretón de manos fornido y ambivalente.
Y ahí venían las chicas. Canino se puso al
palo, seducido por las morochas que zarandeaban la pelvis como unas odaliscas
desempleadas, que no tenían ni para caerse muertas y que en lugar de recurrir a
la profesión más antigua del mundo, insinuaban algo que nadie descifró,
erigiéndose o erectándose como las reinas de la comparsa de una de las favelas
de Río dü Pajeiro.
Vodka, whisky, caipirinha y avena eran los
ingredientes de una crápula sin precedentes. De pronto, la pista sólo conoció
de una sustancia viscosa proveniente de lo alto. Segmento preciso en que el
campeón de los disfraces del anho pasado, se cagaba en el esfuerzo de miles de
confecciones y atuendos de purpurina, ostentando otra gran hazanha.
Por un segundo, la electrónica lo dominó todo.
Un par de boludos, lookeados como el robot ciego, ingresaron para especular a las
bailarinas como ya es costumbre en este programa. Se embadurnaban en sus pasitos
de aquí para allá, de allá para acá y de acá para allá, sin ninguna dirección
ni sentido aparentes y con toda la certeza de que las personas al verlos, les pedirían
autógrafos, que nunca acertarían a firmar a menos que reciban una donación de
un par de córneas y quizás, tal vez, una que otra demanda por acoso.
La cámara apuntaba para cualquier lado. Canino
estaba totalmente loco y de la boca le brotaba una espuma, que nunca se comprobó
si se trataba de una enfermedad congénita o le habían derramado nieve artificial.
Cuando empezó a convulsionar, el cuidacoches de la cuadra, vino a invitarle un
poco de su canha anheja y esto aceleró su deceso. Poco después, la parte médica
constató una sobredosis de ansiolíticos. El trabajador de la calle agarró el micrófono y se
encaminaba a ser el nuevo centro de atención del mundo.
Luego de esto, un par de dealers fueron
capturados por la policía. Pero como tenían fama de transar siempre y en toda
ocasión, se quitaron un par de espigas de encima y se las convidaron al
comisario de la jurisdicción, quien admitió que las necesitaba para poder seguir
“patrullando”. Los drugos, ahí mismo se tomaron un “vuelo” a las Bahamas.
La carroza más colosal, fue una de Garfield
gestada por unos ninhos en edad lactal, quienes de tanto succionar, inflaron a una
mamá sustituta al punto que el público tuvo que abandonar las graderías a su
paso, mientras unos 666 cimarrones hacían una capoeira alrededor, clamando por
la liberación del Tíbet. La batucada transportaba a todos a comer milho kenchi
en Camboriú. Mientras la mujer-carroza, sólo quería lasagna a granel.
La animación del evento, estuvo a cargo de “Los
Chotos de América”, un grupo megapop, célebre en su ciudad natal por intentar
hacer música sin instrumentos, pero que alcanzaban el Mí Menor frotándose entre
sí un largo rato, sin desperdicio de tiempo ni dinero. El cuarteto, integrado por
los hermanos Ano: Full Ano, Zullt Ano, Menck Ano e Inodoro Ferreira, causó
furor hasta que uno a uno, se fueron olvidando de respirar.
El cierre estaba a cargo de Mr. President of the
Global Warming, Barack Osama. Quien por ausencia voluntaria del líder de este
proyecto veraniego, era el segundo en jerarquía en todo el planeta, para dar un
discurso que preparó 120 días antes, incluso sin saber que aparecería en algún bloque.
Desde ese instante, la senhal también era captada en simultáneo por la CÑÑ y todas sus repetidoras
universales. El mandatario probó el sonido golpeando el mic un par de veces.
Luego se escuchó un extenso acople, que fue subsanado por los técnicos. Alguien
de la producción, le levantó el pulgar, él sonrió y finalmente esbozó un
tímido: “Hola… Sí, sí. Hola…..”, justo cuando todo se caía por falta de
auspiciantes.
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